Estancia de Jesús María, tras los pasos de la Compañía de Jesús
A tan solo cuatro kilómetros al norte de la Estancia de La Caroya se encuentra la Estancia de Jesús María, el segundo emprendimiento productivo de la Compañía de Jesús.
Su ubicación no es fortuita: por allí pasaba el Camino Real hacia la capital del Virreinato.

Cuenta la historia que allá por el año 1618 los jesuitas adquirieron estas tierras cuyo nombre era “Guanusacate”, que en lengua de los pueblos originarios significa “agua muerta” o “río seco”.
Recordemos que el motivo principal por el cual la orden religiosa adquirió esta y las otras estancias de la provincia, era sostener económicamente sus establecimientos educacionales en la Ciudad de Córdoba.

La estancia de Jesús María, principal sostén del Colegio Máximo, poseía además un molino, cepas de viñas y un buen número de vacas, bueyes y cerdos. En ella desempeñaban sus labores un grupo de aborígenes asalariados, además de unos trescientos esclavos que llevaban la mayor carga de trabajo.
Fueron ellos, los aborígenes y los negros, quienes levantaron los edificios, percheles, criaron el ganado vacuno u ovino y cultivaron las vides.

Este último punto merece una mención aparte, ya que la producción vitivinícola de la Estancia de Jesús María alcanzó tal grado de calidad y desarrollo, que su fama trascendió las fronteras. Tal es así que “El Lagrimilla”, un exquisito vino elaborado en la planta baja de la estancia, llegó a convertirse en el primer vino americano degustado en la mesa real de Felipe V en Madrid.
Luego de la expulsión de la Orden, la Estancia de Jesús María pasó a manos privadas hasta que en 1941 fue adquirida por el gobierno nacional y declarada Monumento Histórico.
A partir de 1946, funciona como Museo Jesuítico Nacional, recreando las condiciones originales del emprendimiento.

Hoy en día podemos recorrer esta hermosa construcción de piedra y adobe y admirarnos con su belleza. En las amplias galerías con arcos de medio punto aún parecen retumbar los ecos de los viejos habitantes como los padres jesuitas que hablaban el latín y el español, pero también las lenguas aborígenes y africanas de los esclavos.
La iglesia, de fachada sobria y nave única, es otro de los puntos destacados de la estancia: en su interior una importante cúpula central ornamentada refleja el trabajo de los artistas aborígenes. Imperdible también son las diferentes salas que exhiben una amplia colección de piezas arqueológicas de la zona, además de imágenes religiosas, crucifijos, litografías, monedas y medallas.

La Estancia de Jesus María forma parte del conjunto de las estancias jesuíticas, que son un patrimonio arquitectónico esencial dentro de la oferta turística de Córdoba. La UNESCO las declaró Patrimonio de la Humanidad en el año 2000, reconociendo los valores patrimoniales e históricos excepcionales asociados a los testimonios jesuíticos en Córdoba.
Si vienen a Córdoba, no deben dejar de visitar estos lugares.
La estancia puede visitarse de martes a viernes de 8:00 a 19:00 y los sábados, domingos y feriados de 10:00 a 12:00 y de 15:00 a 19:00. Como el horario varía de acuerdo a la temporada, lo mejor es consultar en la web del museo.
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