Ouro Preto: por la ruta del oro y de los esclavos
“…Ouro Preto, Oro Negro, se llamaba el centro de los esplendores del oro, porque negras eran las piedras que contenían el oro, noches con soles adentro, aunque bien podía llamarse así porque negros eran los brazos que arrancaban el oro de las montañas y de las orillas de los ríos…”
Eduardo Galeano, Espejos: una historia casi universal.

Ouro Preto es esa ciudad que enamora a todos los viajeros apasionados por la historia de Latinoamérica, por el arte (sobretodo religioso) y también por la arquitectura. En cada cuadra hay una iglesia, una fuente o chafariz o simplemente algún detalle que remite a alguna parte importante de la historia de Minas Gerais y de Brasil.
Historia que comenzó a escribirse a finales del siglo XVII, con el hallazgo de oro en el lecho de un río que atravesaba una comarca que antes de llamarse Ouro Preto se llamaba Vila Rica.
Semejante descubrimiento cambió la vida de la ciudad y del país por completo.

El período de la explotación aurífera, que no duró más de medio siglo, trasladó al sudeste de Brasil el eje económico y político del país e inauguró la época dorada de esta ciudad: las familias más ricas levantaban sus propias y fastuosas iglesias y cantidades siderales de oro eran enviadas a Paraty y después a Río de Janeiro por el camino de la Estrada Real con destino a Portugal. Según palabras de Eduardo Galeano: “la mayor cantidad de oro hasta entonces descubierta en el mundo fue extraída de Minas Gerais en el menor espacio de tiempo”.
Pero no todo lo que brilla es oro y a la par del crecimiento económico de la ciudad, aumentaba la llegada de los esclavos que trabajaban en las minas y se endurecían sus condiciones de vida. Se estima en unos diez millones el total de negros esclavos introducidos desde África, a partir de la conquista de Brasil y hasta la abolición de la esclavitud: si bien no se dispone de cifras exactas para el siglo XVIII, debe tenerse en cuenta que el ciclo del oro absorbió mano de obra esclava en proporciones enormes.

La quinta parte del oro extraído de las minas (“O Quinto dos Infernos») era para la corona portuguesa, que siguió reclamando aún después de que estas quedaran vacías. Esta demanda por parte de Portugal dio lugar a una revuelta llamada la “Inconfidencia Minera”, de la que participaron poetas, notables y librepensadores. Dicho levantamiento fue encabezado por Joaquim José da Silva Xavier, dentista, cuyo oficio selló su identidad en la historia: Tiradentes.
La corona no perdonó semejante acto de rebeldía y desobediencia y Tiradentes fue condenado a muerte: lo colgaron el 21 de abril de 1792 y expusieron su cuerpo en una plaza que hoy lleva su nombre.

La dependencia de Portugal concluyó en 1822 con la proclamación de un imperio y tres décadas después del descubrimiento del oro, encontraron diamantes en la región, pero esta es otra historia.
La historia que yo les quiero contar tiene como protagonistas a los “bandeirantes”, esos adelantados que descubrieron oro en los riachuelos hacia 1692, también a los artesanos de la época que levantaron las iglesias mas fastuosas, todas ellas decoradas en el original estilo barroco característico de la región. De igual forma dejaron su huella los esclavos, que agotaron sus fuerzas y sus días en los lavaderos de oro y los luchadores de la independencia como Tiradentes o Tomas Antonio Gonzaga, quienes terminaron muertos o en el exilio luego de encabezar la ya mencionada “Inconfidencia Minera”.

Ouro Preto, la más importante de las ciudades de la Estrada Real, habla de todos estos personajes en cada uno de sus rincones y cada uno de ellos dejó su impronta en estas calles. Solo basta recorrer el centro histórico, caminar por sus pasajes empedrados con casitas de techos colorados o cruzar cualquiera de sus puentes, para empezar a revivir el pasado de esta gloriosa urbe.
Un buen punto de partida para adentrarse en la historia de Ouro Preto es la ya mencionada Plaza Tiradentes. El Museo de la Inconfidencia (R$ 10), situado justo al frente de esta plaza, atesora la memoria de este movimiento y contiene las urnas con los restos mortales de los inconfidentes. Además exhibe objetos de la vida cotidiana del Brasil colonial así como también partituras musicales, libros, documentos, muebles y pinturas.

Otro museo imperdible es el que recorre la obra del Alejaidinho (R$ 10), el escultor y arquitecto brasileño más importante del período barroco. En este museo, ubicado dentro de la iglesia San Francisco de Assis, se preservan y exponen objetos de arte sacro, de gran valor cultural, histórico y religioso.
También merece una visita la Casa de Contos (gratis), un espacio muy bien conservado en donde se puede conocer la historia de la moneda de Brasil a través del tiempo. En sus salas se puede ver dinero, documentos antiguos y muebles de los siglos XVIII y XIX.

En cuanto a las iglesias de Ouro Preto, son tantas que es una tarea casi imposible recorrerlas a todas, sobre todo para quien visita la ciudad por un periodo de tiempo corto.
De la docena de iglesias que hay en la ciudad resulta imprescindible la visita a la Iglesia San Francisco de Asís (R$ 10, incluye la entrada al Museo del Alejaidinho), considerada una de las «Siete Maravillas de Origen Portugués en el Mundo”. Esta monumental obra lleva la firma de dos de los principales exponentes del Barroco en Brasil: Antonio Francisco Lisboa, más conocido como «Aleijadinho» y el pintor Manuel da Costa Ataíde. Al frente de la misma funciona la feria de artesanías en piedra jabón y cruzando la calle es posible ingresar a la ex vivienda de Tomás Antonio Gonzaga (Gratis), poeta e intelectual que participara del movimiento conocido como la “Inconfidencia Minera”.

Muy cerquita del Museo de la Inconfidencia se encuentra la iglesia Nossa Señora Do Carmo (R$ 3). Construida en estilo rococó, es la única revestida con azulejos traídos de Portugal. Entre sus detalles se destacan la araña de cristal de Bohemia, las barandas labradas en jacarandá y una colorida cúpula que representa la imagen de Nossa Senhora do Carmo, obra del italiano Angelo Clerici.
En la Rua Do Pilar nos encontramos con la Basílica Nossa Senhora do Pilar (R$ 10, incluye entrada al Museo de Arte Sacro). Se trata de la primera construcción de arte barroco de Minas Gerais y la segunda más rica de Brasil, con un botín de oro que supera los 400 kg y otros tantos en plata. El sagrario representa la resurrección de Cristo a través de detalles del artista Francisco Xavier de Brito. En el subsuelo de la sacristía funciona un interesante museo de Arte Sacro en el cual se pueden apreciar imágenes de Nossa Senhora do Pilar, entre otras.

No hace falta aclarar que en aquella comarca del siglo XVII, cuyas clases sociales estaban bien diferenciadas, los negros tenían prohibido el ingreso a las iglesias de los blancos.
Los de abajo, los mulatos y los esclavos de pieles oscuras, celebraban, rezaban y subían la colina en procesión hasta Santa Ifigenia (R$ 5), una bella iglesia que alberga un espléndido altar mayor decorado con ángeles y motivos marinos de raíces africanas. La construcción de esta iglesia fue dirigida por Manuel Francisco Lisboa y cuenta la leyenda que la misma fue financiada por Chico Rei, un príncipe del Congo vendido como esclavo en Brasil que pudo comprar su libertad.

Y ya que hablamos de esclavos, un recorrido por Ouro Preto estaría incompleto sin la visita a cualquiera de sus minas. En el siglo XVIII las minas de la región de la antigua Vila Rica de Ouro Preto atrajeron a multitudes provenientes de otras ciudades de Brasil y Portugal en busca del oro de estas tierras.
Ouro Preto posee más de 300 y algunas de ellas están abiertas a los turistas. Una de ellas es la Mina Jeje (R$ 25), ubicada muy cerquita de la Iglesia de Santa Ifigenia y que data del siglo 18. De esta mina fueron extraídos cientos de kilos de oro que iban a parar a Portugal, a costa de la vida de los esclavos que morían con los pulmones petrificados tras pocos años de servicio.

La minería alteró profundamente la vida cotidiana de los pobladores y trajo consigo consecuencias positivas y negativas: por un lado florecieron las artes y se levantaron los monumentos e iglesias más importantes de Brasil. Pero a contramano de este desarrollo cultural, se generó un esquema represivo dado por las condiciones degradantes en las que trabajaban miles y miles de esclavos. Ninguno de ellos superaba los 25 años de vida.
La historia de Ouro Preto se escribió así y lleva el color dorado del oro de sus minas y el sudor y la sangre de sus esclavos. Sus iglesias, puentes y fuentes atestiguan su pasado de esplendor gracias al cual la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad en 1980.
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